Yo no ando paseando, me estoy movilizando

Cuando quedé embarazada, lo primero que le pregunté al doctor si podía andar en bicicleta. Tenía súper claro que la maternidad me iba a limitar (limitar, no anular) un montón de cosas, pero si me quitaban el pedaleo yo, sencillamente, le iba a agarrar un odio extremo a ese estado. Para mi suerte, me hacía bien pedalear, claro que más lento, tramos cortos y debía parar a la primera molestia, lo que no encontré tan terrible, así que seguí pedaleando hasta cerca de los 7 meses. Luego de tener a mi hijo, me volví a subir al mes  de parir y le compré una silla a los 8 meses para poder movilizarnos juntos. Así pasó el tiempo y ahora mi hijo, de tres años y siete meses, me dibuja en una bicicleta con él sentado atrás, prácticamente todos los viajes los hacemos en dos ruedas y ya está más que acostumbrado a andar.

Sin embargo, hay algo que nunca he podido terminar de acostumbrar: el miedo. A ratos disminuye, pero siempre está. Por eso invertí una suma importante de dinero en cascos, en una silla de buena calidad e incluso en un seguro médico, ya que me siento tan vulnerable andando en la calle con mi hijo que traté de hacer todo lo que estuviera a mi alcance para que una caída no fuera tan terrible. Tal vez por eso me atreví a ir a la cicletada nudista y, pese a mi escaso tiempo, participo en varias de las actividades que organizan los movimientos de ciclistas, ya que necesito buscar ese espacio que nos merecemos en las calles.

Cata y Emilio

Foto gentileza Rodrigo Gutierrez

Hoy día, ese miedo se hizo grande, incluso insostenible. Estaba subiendo por Miguel Claro a las 13.30 aprox, cuando nos tocó luz roja en la intersección con Santa Isabel. Miré al otro lado de la calle y noté que debía cambiarme de pista por la gran cantidad de autos estacionados que había, por lo que adelanté a todos los vehículos que estaban detenidos y me situé delante de ellos, para que me vieran y hacer el cambio sin problemas. Ya había cruzado Santa Isabel y casi tomado la pista que necesitaba cuando veo una masa motorizada a centímetros de mi rueda y siento un golpe en mi manubrio: una camioneta se tiró encima de mi bici y le rompí el espejo. Nada anormal para un ciclista urbano, pero ¿qué sentir cuando ves vulnerable la integridad de tu hijo? ¿Dónde quedó el respeto, que ni siquiera pueden respetar a un niño? Afortunadamente, no nos alcanzó a botar, fue más el susto y el mal rato, sobre todo al no alcanzar a tomar la patente o tirarle un rosario para desahogarse. Quedé unos minutos parada mirando los autos pasar, con un par de lágrimas asustadas, tratando de llamar a una amiga para sentirme mejor y retomar el pedaleo.

Han pasado varias horas y pude pedalear, aunque me tuve que ir por la vereda en varios tramos por el miedo que afloró. Me llegué a cuestionar en un minuto si debía seguir sacando a mi hijo en bici, pero volví a la cordura luego, cuando pensé por qué yo tengo que dejar las calles si estoy en todo mi derecho, ¿acaso no puedo usarlas? Me pueden decir que use la vereda, pero ¿por qué tengo que irme por la vereda, si el lugar de las bicicletas es la calle? ¿Los autos entenderán alguna vez que el espacio es compartido? Tengo derecho a usar el medio de transporte que se me dé la gana y yo elegí una bicicleta. Yo no ando paseando, no ando jugando ni ando mirando lo bello que es el paisaje, me traslado y debo usar el espacio vial de todo vehículo que quiere llegar de un punto a otro de manera rápida. Ese espacio no es una ciclovía llena de curvas ni una vereda con perros y peatones, es la calle. Y si voy con mi hijo, ¿por qué debo fomentar el irrespeto? Me refiero a que sería mejor si aprendemos a respetarnos mutuamente en lugar de evitar a quién no nos respeta y dejarle pasar su asquerosa actitud. Suena utópico, pero así debería ser, quizás a dónde vamos a parar si seguimos permitiendo ese tipo de cosas.

Hoy día estoy asustada, sé que fue poco comparado con otros casos, sin embargo, me angustia pensar en qué estaría haciendo en este minuto si hubiera sido peor. Fue nada, claro, supongo que servirá para andar con más cuidado, para seguir luchando a favor de la movilidad en bicicleta. Saber que en este planeta existe un infame que es capaz de tirarle una camioneta encima a una mujer que pedalea con su hijo, sólo me dice que estoy luchando por la causa correcta.

 

 

Por: Catalina Parada Ballesteros
Profesora y ciclista urbana
@cataparada

 

 

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